Por: Carlos García Botero
Experto en Mitigación de La Estrategia E2050Colombia en Expertise France
Bogotá, marzo de 2021. Toda economía moderna depende hoy de una movilidad eficiente, confiable, económica y asequible. Al mismo tiempo, depende de un suministro confiable de energéticos, de la conservación de recursos y de la mitigación de todos los impactos sobre el clima.
El transporte en todas sus modalidades está llamado a hacer una contribución ambiciosa para lograr los objetivos climáticos nacionales, alineados con los objetivos climáticos derivados del Acuerdo de París. El sistema de transporte en Colombia tiene un reto de descarbonización tan grande, que cambiará la manera como se realizan intercambios físicos y comerciales, entre las regiones, las ciudades y el resto de los países. Descarbonizarse en gran escala significa que no dependerá de combustibles fósiles que contengan carbono, para aportar en esa escala a la carbono-neutralidad del país.
En Colombia, la vida útil de los vehículos de todas las categorías excede los límites técnicos y da origen a la ineficiencia energética de tal magnitud, que sólo el 20% de la energía final consumida por todos los vehículos se convierte en energía útil. El costo anual de esta ineficiencia supera los 3.000 millones de dólares, evaluado recientemente por la UPME. Costo que se traduce en extracostos para todos los bienes y servicios, en emisiones nocivas de gases de efecto invernadero (GEI), de partículas y subproductos de combustiones incompletas.
El centro de la transformación de la movilidad en nuestro país para pasar de una movilidad ineficiente, con participación decreciente del transporte público, con altas emisiones y grandes costos asociados a la congestión, está en los cambios tecnológicos en varias dimensiones.
En primer lugar, la transición hacia tecnologías de cero y bajas emisiones, con un norte muy definido, ¿cuál es la electrificación de la mayor cantidad de vehículos, que lleguen a reemplazar los equipos que usan motores de combustión interna? ¿Será un cambio fácil? ¡Claro que no lo será! Porque los vehículos eléctricos están experimentando una evolución lenta en materia de costos de sus componentes, especialmente las baterías y los sistemas de recarga. Los fabricantes tradicionales apenas recientemente han rediseñado sus estrategias de producción para apostar por un ecosistema que favorezca la penetración de vehículos eléctricos en todos los segmentos del mercado.
Los vehículos de carga terrestre requerirán de sistemas masivos de almacenamiento o de celdas de combustible que usan hidrógeno, para ofrecer una real alternativa a los equipos movidos por motores diésel.
En segundo lugar, la convergencia que presenciamos de los sectores energético y de transporte facilitada por la creciente digitalización, que permite optimizar rutas, puntos de abastecimiento, gestión de flotas e incremento de la eficiente energética.
En tercer lugar, la logística se ha convertido en un aliado de la optimización de costos para las economías en la medida que permite integrar sistemas de larga distancia con sistemas de distribución urbana y regional.
La movilidad sostenible no sólo se nutre de estos cambios tecnológicos, requiere que las necesidades de movilización de personas y bienes se beneficien de menores congestiones, mayor acceso a infraestructura eficiente y a menores tiempos de desplazamiento.
Mejorar el tránsito, andar en bicicleta y caminar, así como construir más viviendas más cerca de los trabajos, escuelas, mercados y otras facilidades, reducirá la dependencia del automóvil y facilitará la descarbonización. Y, a diferencia de la electrificación, estas estrategias podrían implementarse sin tener que depender del comprador de automóviles, el cumplimiento de los fabricantes de automóviles reacios o el largo plazo requerido para cambiar el parque automotor. También brindan beneficios colaterales significativos, como ahorrar dinero a las personas en transporte, mejorar la seguridad y la salud pública y reducir las barreras a la movilidad económica para aquellos que no pueden conducir. Lo que nos falta es la voluntad política o el entendimiento necesarios. (Bloomberg CityLab, “To Meet Climate Goals, Think Outside the Electric Car”, feb. 10, 2021).
Un sistema de transporte que prácticamente no emita gases de efecto invernadero (GEI), garantizará una nueva movilidad para el público y asegurará el movimiento de mercancías necesarias para el desarrollo económico. Explotará el potencial de cambios modales al proporcionar infraestructura basada en las necesidades, un entorno competitivo intermodal justo e inteligente. El transporte sostenible ayudará a preservar y mejorar la calidad de vida tanto en los centros urbanos como en las zonas rurales, y a conservar los recursos naturales.
Los desafíos de la política pública se originan en definir las rutas de descarbonización del transporte en todos sus modos, integrando muchas dimensiones de esa política e integrando todas las escalas territoriales.
Una dimensión que pasa desapercibida en países como Colombia es la integración de nuevas normas técnicas que permitan que las nuevas tecnologías asociadas a vehículos generen un ecosistema que beneficie a los usuarios y permita que los costos sean óptimos al momento de decidir la compra de cualquiera de las opciones ofrecidas en el mercado.
Un costo enorme que asume la economía al permitir que la estandarización se rezague respecto del cambio tecnológico mundial, se refleja en el caso del código eléctrico nacional NTC2050, que fue adoptado siguiendo la NFPA70 vigente en Estados Unidos en 1996. Sólo hasta 2020 se adoptó una actualización del código, siguiendo la NFPA70 vigente en 2017. Significaron 24 años de cambios tecnológicos que no se reflejaron oportunamente en las normas colombianas y que aún restan por ser elevadas a reglamento técnico de obligatorio cumplimiento.
En el caso del transporte, muy recientemente en 2021 el Ministerio de Minas y Energía lidera la adopción de normas técnicas para vehículos eléctricos livianos, con la responsabilidad técnica de ICONTEC.
El país no adoptó oportunamente normas mínimas de emisiones que permitieran que los cambios tecnológicos en los vehículos con motores de combustión interna fueran progresivamente más exigentes en materia de emisiones y rendimientos.
La Iniciativa Global de Economía de Combustible (GFEI) promueve la eficiencia de combustible en automóviles y camionetas de servicio liviano, a través de la adopción de tecnologías costo eficientes para reducir el consumo de combustibles. Esta iniciativa se ha fijado el objetivo de reducir el consumo de combustible promedio (en términos de litros por cada 100 km) globalmente en el parque flota de vehículos ligeros en al menos un 50% para 2050 (lo que se ha llamado ’50por50′) y para 2030 para vehículos nuevos. Estas ganancias de eficiencia de combustible ahorrarían 33 Gt de CO2 para 2050 y dos billones de dólares para 2025, que podrían usarse para apoyar la transición a vehículos eléctricos. (en https://sustainabledevelopment.un.org)
La Estrategia Climática de Largo plazo E2050 apuesta porque la movilidad sostenible sea un pilar del carbono neutralidad en Colombia y que se acelere la descarbonización de los vehículos en los próximos 30 años. Se deberá considerar si el país se fija una fecha para el fin del ingreso de vehículos nuevos que usen motores de combustión interna por lo menos en los usos urbanos y de última milla en los servicios de carga. Ello permitirá que el país se prepara para la transición energética también en el transporte y que los vehículos de cero y bajas emisiones sean parte de la reducción de emisiones prevista de hoy al 2050.
Una buena noticia es que el sistema de transporte está casi completamente bajo el control del gobierno y se puede cambiar con relativa rapidez con las propias inversiones públicas. Al hacer que ese sistema sea más amigable con el clima, también podemos hacerlo más favorable a la salud pública y ampliar el acceso a las oportunidades económicas, ya sea que tenga un vehículo con motor de combustión interna, un vehículo eléctrico o ningún automóvil.