Por: Javier Eduardo Mendoza Sabogal
Experto en Cambio Climático y Desarrollo Sostenible
Cuando Colombia tomó la decisión política de empezar a trabajar para convertirse en una sociedad y una economía carbono neutral y lo comunicó al mundo durante el Climate Summit de Nueva York en septiembre de 2019, inició un camino de transformaciones profundas que no puede retrasarse, ni comprometerse por ningún motivo. La transición que se inicia deberá ser un esfuerzo mancomunado entre actores públicos, privados y de la sociedad civil (incluidas las comunidades étnicas). El cambio necesario hacia la Carbono Neutralidad es muy drástico e implica que todo el aparato productivo nacional se transforme, probablemente con la consecuente reconfiguración del PIB y otros indicadores económicos y sociales de desempeño nacional y regional.
En el marco del proceso de formulación de la Estrategia Climática de Largo Plazo de Colombia E2050, los modelos y proyecciones realizadas por el Centro de Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Universidad de Los Andes y del Banco Interamericano de Desarrollo en su proceso DDPLAC Fase 2 (modelos GCAM-RDM y TIMES), muestran que para alcanzar lo requerido por la ciencia respecto al aporte de Colombia para que se cumpla el objetivo global de no aumentar la temperatura planetaria por encima de 2oC, respecto de la temperatura media de la era preindustrial (1750), el país deberá reducir sus emisiones en cerca del 90% respecto de aquellas que teníamos en 2014 (fecha del último inventario nacional de GEI entregado oficialmente a la UNFCCC a través del BUR2). Esto nos pone en el escenario de que las emisiones anuales de GEI de Colombia a partir de 2050, deberán ser del orden de entre 20 a 50 MTonCO2eq. Frente a esto, para considerar que se alcanza la carbono neutralidad, el país deberá tener unas absorciones de carbono de una magnitud proporcional (-20 a -50 MTonCO2), de manera que el balance neto anual entre absorciones y emisiones sea cero. Es cierto, estos cálculos se dicen fácil, pero al analizar los posibles cambios que sustenten esa magnitud de reducciones, el asunto gana exponencialmente en complejidad, especialmente para un país de renta media como el nuestro.
Frente a este panorama, es frecuente encontrar posiciones reactivas, donde el discurso institucional es defender el status quo y pensar que el hoy y sus maneras es el fiel reflejo de cómo será, o deberá ser, el mañana. Siempre hay datos para defender un punto de vista y seguro aparecerán los que sustenten la no necesidad del cambio, o la justificación a una pírrica ambición. Una actitud en nada distinta a la de los niños que creen que al cerrar sus ojos se harán invisibles, pero al abrirlos de nuevo, las tiernas risas de los adultos delatan que todo ha sido un espejismo. Sin duda alguna, una nueva versión de los guiones negacionistas que buscan justificar por qué no hacer nada, al menos en el corto plazo, es la mejor opción. Sectores que hoy son ganadores en este mundo carbono-intensivo y de economía lineal, serán frecuentemente los primeros en caer en esta trampa.
El miedo es innato al ser humano y nada es tan efectivo para activarlo como el cambio. A mayor incertidumbre y complejidad mayor podrá ser el miedo y eso es fundamental entenderlo desde cada uno de los actores involucrados en esta gran transformación, para gestionar de la manera más adecuada la transición hacia la Carbono Neutralidad. La incertidumbre está asociada con el riesgo y es muy normal que grandes cambios suelan ser asociados mentalmente con “saltos al vacío” que ligan con miedos atávicos a perder y a sufrir. Por otra parte, y de acuerdo con el psicólogo canadiense Jordan Peterson, la complejidad es la principal causa de la gran mayoría de los problemas de salud mental en los humanos, ya que es precisamente cuando la gente siente que su vida se torna demasiado compleja que explota por su lado más débil (estrés, ansiedad, adicciones, depresión). La sensación de extrema complejidad es la principal causa por la que la gente busca ayuda terapéutica, y es la urgencia de algunos de escapar de la complejidad considerada inmanejable en sus vidas, la que los lleva al suicidio. Además, está demostrado que no poder manejar la complejidad crea síntomas (ciertos tipos de cáncer están asociados al exceso de estrés).
Precisamente, enfrentar el cambio climático y construir un futuro carbono neutral plantea para las instituciones, los sectores y los territorios, problemas muy complejos y con alta incertidumbre. La urgente necesidad de tomar acciones desde ya y con una visión de largo plazo, es decir, comprender que los esfuerzos no terminan en un lustro o una década, sino que, por el contrario, éstos deberán ser progresivos, cada vez más ambiciosos y sobre todo absolutos, en otras palabras, una vez iniciados no hay opción de volver atrás, son la principal razón para encontrar resistencia, apatía, incredulidad, refugio en los lugares comunes y conocidos, o el deseo de actuar, sí, ¡pero poquito! No importa si en el fondo sabemos que está mal o que no es tan bueno, pero es seguro y su seguridad radica en su aparente simpleza, en saberlo hacer, en saberlo gestionar, nada que pueda comprometer demasiado a una corporación o a un sector. Todas estas reacciones, claramente enemigos acérrimos de la tarea pendiente.
Por esta razón, la ruta de transformación debe fundamentarse en el acompañamiento técnico y financiero, y en el fortalecimiento de capacidades a todos los actores públicos, privados y de la sociedad civil, ya que la sensación de compañía mitiga el miedo y empodera para afrontar los retos que sin duda traerán las transformaciones. La cooperación internacional y aquellos actores con mayores capacidades económicas y líderes sectoriales, que desde ya han comenzado sus transformaciones hacia la Carbono Neutralidad, jugarán un papel preponderante para este acompañamiento. Es normal sentir miedo, pero no es normal quedarse en él. En este camino, el conocimiento, científico y empírico, será también clave para promover la innovación, otra de las características fundamentales a estimular y promover.
La Estrategia Climática de Largo Plazo de Colombia E2050, es el instrumento de política de estado que orientará al país, implementándose principalmente a través de los instrumentos de planificación sectoriales y territoriales, a convertirse en una sociedad y una economía carbono neutral a mediados del Siglo XXI, sustentando la acción en las Apuestas y Opciones de Transformación que la constituyen. Para poder dimensionar qué significa para Colombia ser un país carbono neutral, la E2050 presenta un conjunto de referentes cuantitativos que, aunque no constituyen metas vinculantes para los sectores o territorios, marcan una primera aproximación que indica y dimensiona el reto.