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Dietas saludables y sostenibles

Por: Helga Lahmann
Encargada de proyecto de la Estrategia 2050Colombia en Expertise France.

Cuando hablamos de dieta, lo primero que pensamos es: “la empiezo el lunes”, pero en esta ocasión no hablamos de dietas para perder peso, se trata de hábitos de alimentación que nos permiten ser saludables y que ayudan a cuidar nuestro planeta.

El consumo excesivo de ciertos alimentos puede tener un impacto negativo sobre la salud y el ambiente. Por ejemplo, la ganadería extensiva tiene efectos significativos sobre la emisión de gases efecto invernadero (GEI), por una parte, a través de la generación de metano (CH4), un gas de efecto invernadero 23 veces más potente que el CO2,[1] y por otra parte, en muchos países como Colombia y Brasil, la ganadería está asociada a la deforestación, que genera CO2, sin mencionar las consecuencias nefastas que esta última tiene sobre la biodiversidad.

Como promedio mundial, el consumo de carne per cápita ha aumentado aproximadamente 20 kg desde 1961. Esto significa que, la producción total ha crecido a un ritmo mayor que la tasa de crecimiento de la población. En Colombia, en los últimos 10 años el consumo promedio ha sido de 19 kg de carne de res por persona (Fedegan, 2021). Si bien Colombia no es de los principales consumidores en el mundo, ni en América Latina (Uruguay, Argentina y Brasil 34kg/hab), es una tendencia que a medida que las personas aumentan sus ingresos, particularmente en países en desarrollo, consumen más proteína animal, por lo que el consumo podría aumentar.

Otro ejemplo es el consumo de algunas especies marinas en peligro de extinción, como el tiburón por su aleta, o algunas especies de atún. Adicionalmente, la pesca industrial afecta otras vidas marinas como los delfines y tortugas, y muchos peces se encuentran contaminados por mercurio y/o microplásticos, por lo que consumidos en exceso pueden afectar nuestra salud.

El tema alimenticio es delicado porque abarca la salud, pero también comprende aspectos culturales y socioeconómicos de nuestras vidas. Mientras en algunos países hay problemas de sobre-consumo y obesidad, en otros se presentan amplios desafíos de desnutrición y muchas personas luchan día a día por alimentarse. Adicionalmente, el desperdicio de comida es alarmante. Se estima que cada año 1/3 de la comida producida (aproximadamente 1300 millones de toneladas con un valor cercano al billón de dólares) se pudre en los botes de basura de los consumidores y minoristas, o se daña debido al transporte y prácticas de recolección deficientes (ONU 2020)[2]. En Colombia, se pierden y se desperdician un total de 9,8 millones de toneladas (34% del total). Del total de alimentos perdidos y desperdiciados, el 36% se genera en las etapas de distribución y retail, y consumo de los hogares (DNP 2016).

De tal forma, a medida que la población siga creciendo aumentará la presión por producir más alimentos, lo cual, sin duda, impactará la salud, la cultura, las dinámicas socioeconómicas, y por supuesto, el ambiente, exigiendo de nosotros buscar vías de consumo más equilibradas y sostenibles a nivel global.  

Por otra parte, existen aspectos éticos que algunas personas conciben, y por los que abogan que deberían tenerse en consideración. Estos están ligados a la vida que llevan los animales antes de ser sacrificados para consumo. Por ejemplo, pollos que nunca ven la luz del sol y que viven hacinados toda su corta vida; terneros separados demasiado pronto de sus madres; vacas a las que no se les permite caminar demasiado para que no pierdan peso, mientras que son engordadas en exceso. Las prácticas de cría de animales varían según los países, pero en general, las condiciones de vida de estos animales son deficientes. Ante esto, algunos productores buscan alternativas para brindar mejores condiciones de vida a los animales, lo cual por supuesto, tiene repercusiones en los precios de venta.

Esta es entonces, una temática bastante compleja, y sobre la cual aún queda mucho por discutir. Debemos abordar los múltiples desafíos sociales, de salud y ambientales causados por los sistemas alimentarios actuales y avanzar hacia patrones dietéticos que sean a la vez saludables, respetuosos de nuestras culturas y sociedades, y conscientes de los límites ambientales.

Dicho esto, para llevar una dieta sostenible y saludable no tenemos que ser vegetarianos o veganos, pero sí tener en cuenta varios de los aspectos mencionados al momento de consumir. Hay un consenso general de que disminuir el consumo de proteína animal, particularmente de carne roja, y aumentar el consumo de vegetales y nueces, es bueno para nuestra salud y para el ambiente.

Otras recomendaciones generales son: tener una alimentación basada principalmente en alimentos de origen vegetal, preferir alimentos locales y de temporada, reducir el desperdicio de alimentos, consumir únicamente pescado de reservas sostenibles y reducir el consumo de carne roja y procesada, alimentos altamente procesados y bebidas azucaradas.

Desde la E2050, a través de los estilos de vida sostenibles se hacen algunas propuestas para avanzar en esta dirección. Por ejemplo, la formulación de directrices dietéticas que nos ayuden a llevar una alimentación más saludable y sostenible, tal como se ha hecho en países como el Reino Unido, Brasil, Francia o Estados Unidos. Sólo incorporando en nuestro día a día hábitos de consumo más amables con el ambiente, lograremos forjar una identidad más consciente que garantice el bienestar y salud de las generaciones presentes y futuras.

Literatura Citada

DNP. Pérdida y desperdicio de alimentos en Colombia. Bogotá: Departamento Nacional de Planeación – Dirección de Seguimiento y Evaluación de Políticas Públicas, 2016.

Fedegan. Estadísticas de consumo. 2021. https://www.fedegan.org.co/estadisticas/consumo-0.

Ritchie, Hannah, y Max Roser. Our World in Data. 2019. https://ourworldindata.org/meat-production#which-countries-eat-the-most-meat.

[1] Aunque con una vida atmosférica más corta (12 años).

[2] https://www.un.org/sustainabledevelopment/sustainable-consumption-production/

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